Dicen que no se echa de menos algo hasta que lo pierdes o, dicho de otra forma, no te das cuenta de lo mucha falta que te hace algo hasta que ya no lo tienes o no forma parte de tu vida.

En mi caso y, aunque suene a tópico de emigrante canario en país frío, el sol es una de esas cosas. De adolescente y en mi época de estudiante en Irlanda, lo primero que me impactó fue ver cómo, al mínimo rayo de sol, la gente se echaba en parques o jardines, por muy pequeños que fueran o a golpe de calle, para disfrutar de ello. Allí, pantalón remangado o con camiseta corta, daba igual…; lo que primaba era no dejar escapar ese rayo de sol. Y no lo podía entender…; tanto apuro por gozar de esa insignificante luz…  

Hoy y por circunstancias impredecibles, la vida me ha puesto en Luxemburgo y puedo decirles que soy una de las primeras que corre a la calle cuando los días nublados nos abandonan. Y no reparo si llevo vestido o calzo tacón, el lugar o quién esté a mi lado. Se trata de saborear, como buena ciudadana del mundo que ya me considero, los pequeños placeres de la vida.

¿Y tú? ¿Te animas también a disfrutar de los pequeños placeres de la vida?

Un abrazo en la distancia…













































Vestido: Zara
Blusa: Stradivarius
Medias: Calzedonia
Botas: Timberland
Bolso: GiosEppo
Accesorios: Colección Personal