Llega Halloween y porqué no saltarme las normas y cánones de belleza y vestirme para la ocasión. Al fin y al cabo, debería estar indicado, por prescripción médica, "hacer el tonto" aunque sea una vez al año. Y es que sonriendo y alegrando el corazón no hacemos mal a nadie. Uno de los disfraces más manidos, el de vampiro o vampiresa. Sin embargo, aún con conocimiento de causa, este año es mi elección. Simplemente, porque soy chica invierno y los colores rojo sangre y negro son centrales en la carta de dicha estación; pero, no menos importante, porque me cuesta un mundo dejar el concepto de feminidad de lado… O, tal vez, en un amago de recordar una de mis últimas escapadas a Rumanía, en la que tuve el placer de recorrer los rincones y pasillos del Castillo de Bran, más comúnmente conocido como el Castillo del mismísimo Drácula. Pero ésa es una historia que contaré otro día...