Cuando el sol resplandece en el centro de Europa todo parece diferente, de otro color, como si estuviéramos en un lugar que nada tiene que ver al que conocíamos.


Y da gusto poder salir a caminar para admirar esas pequeñas cosas que, tal vez por lo opaco de los días, no habías podido reparar en el pasado.

Rectificas... Te das cuenta, también, paulatinamente, a lo largo del paseo, que no es que por aquí se vivan "días grises u opacos", como pensaba, sino que son lugares en los que se gozan las cuatro estaciones en su plenitud y, en consecuencia, el paisaje se permite el lujo de cambiar de atuendo.

El otoño - invierno, que tanto había detestado en el pasado, me traía ahora, de su paleta, toda una amalgama de colores que van desde los más marrones, naranjas, pasando por los ocres, amarillos para terminar en los verdes o azules.

Hasta el día no me parecía tan gélido en aquel paseo...¿Habría cambiado tanto o había algo más que no lograba ver?

Pensé que, quizá..., no sólo bajo la luz la realidad se dibuja bien diferente, sino bajo la sombra del cariño, la atención y cuidados.

Un abrazo en la distancia...














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