Los comienzos del otoño parecía no iban a ser tan severos para Estrasburgo y, con la esperanza puesta en ello, decidimos regresar a la ciudad que, no hacía mucho, nos había acogido.


Y, tal vez por lo benévolo del tiempo este año, la ciudad nos presentó una cara que sólo te podía empujar a visitarla en cada uno de sus rincones.

Estrasburgo, la ciudad que parece haberse parado en algún punto de la historia; con sus callecitas empedradas, sus numerosos canales recorribles en "bateau mouche", casitas en madera y múltiples colores, puentes adornados con plantas que desafían una y otra vez las inclemencias del tiempo, catedrales y plazas resultado de un pasado de comerciantes y multitudes de jóvenes universitarios en terrazas y cafeterías con aire jovial; es, sin duda, una de las perlas del país galo.


No en vano miles de turistas descubren sus aledaños a diario. Y ahí estábamos nosotros que, aunque fuera únicamente durante un fin de semana, estábamos dispuestos a dejarnos atrapar por lo que la ciudad tenía por ofrecernos.

Entonces optamos por, además de la visita obligada a su plaza y catedral central o el trayecto en barquito, "patear" cada una de sus calles degustando productos locales en algunos de sus muchos restaurantes.  En resumen, se trataba de hacer cada uno de sus rincones nuestros.

A continuación, unas imágenes resultado de la experiencia. El resto, continuará en un próximo artículo.  

Un abrazo en la distancia...











































Camisa Oversize: Zara
Pantalón imitacion cuero: Zara
Medias: Calzedonia
Zapatos: Calzados Diez, Madrid
Sombrero: La Chapellerie, Estrasburgo
Bolso: Guess
Complementos: Colección Personal