Callejeando, callejeando por Brujas fui a dar con un rinconcito que, tal vez por su historia, consideré debía dedicarle un espacio en mi blog y de esa manera presentaros el lugar. 

Se trata de uno de los hospicios más antiguos de la ciudad, y que lleva por nombre "Godshuis St. Josef". Al pasar por la calle y toparte con su entrada, nadie diría que, en su interior, se encuentra tan especial lugar. Yo tuve la suerte de dar con él de pura casualidad y, una vez allí, pronto me dejé embaucar por su carácter.


Casitas blancas que podría considerarse de las que más guardan el estilo propio de la ciudad perdidas entre jardines con un aire un tanto inglés, es el denominador común de los hospicios de Brujas.


La ciudad belga cuenta con un total de 46 hospicios en el centro. Estas casas, de las que se tiene conocimiento ya en el siglo XIV, son, como adelantaba, por lo general pequeñas y blancas y suelen portar el nombre del fundador pintado en su fachada. Solían ser destinadas a gente de escasos recursos económicos, personas mayores, madres solteras, viudas o, curiosamente, hermanas de la caridad; bajo una condición: las personas que las vivieran tenían que rezar diariamente por la familia que había hecho tan generoso donativo. Es como si, mediante esta acción, la familia adinerada buscara asegurarse su entrada en el paraíso. 

Callajeando, como decía, me topé con este lugar que podría pasar desapercibido para cualquier viandante. Una entrada casi minúscula en un muro que bordea el lugar bien dan cuenta de ello. Por un momento recordé los guetos judíos que había visitado hacía algunos años en las afueras de Venecia. Misma forma de agrupar y aislar…, mismo hueco de entrada…


Una vez dentro, allá, al fondo y a lo lejos, una minúscula capilla. Sin duda, era el lugar de visita obligatoria para unos pobres por la salvación del alma de sus ricos. Allí lanzaban sus oraciones… Allí se arrodillaban diariamente para implorar por la entrada en el paraíso de sus benefactores y así su deuda quedara saldada. Pensé que, quizá, hoy en día aún se prosigue con esta práctica; pues…, flores y velas siguen presidiendo un altar casi destruido por el paso de los siglos.

Un abrazo en la distancia…

























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