Estimados lectores:

Hoy el mes de agosto llega a su fin y comenzamos a sentir, poco a poco, cómo el verano tiene sus días contados. Así, aunque el calendario nos recuerde que todavía nos quedan 21 días por delante, ante el inminente comienzo de la época escolar, muchos somos los que nos vamos incorporando, poco a poco, a nuestros quehaceres.

En mi caso, así es. Sin embargo, me gustaría seguir compartiendo, si ustedes me lo permiten, experiencias recientemente vividas, quizá porque, después de casi un mes por allí, parte de mí se quedó en aquella isla, en Fuerteventura; y en un amago, tal vez, inconscientemente, de creer que sigo allí, que nunca me fui.


A continuación os muestro imágenes de un día de tour, en el que no habían grandes pretensiones, sino, muy al contrario, buscaba encontrar un remanso de paz en el que poder, simplemente, disfrutar de buena compañía, exquisita comida y descansar de tanto sol. La piel y el entendimiento lo agradecerían...

Y ese remanso fue Betancuria, en Fuerteventura; un oasis perdido entre dunas que no deja a quien lo visite indiferente. Sus casitas blancas, cactus y palmeras adornando la geografía así me lo hacían ver, como un oasis de parada obligatoria.

Era casi inconcebible, cuando se está adaptado al barullo de grandes ciudades, pensar que los lugareños de aquel pueblecito pudieran vivir allí, casi en medio de la nada, entre tanto polvo y sol. Pero así es... Me planteé que, quizá, yo había comenzado a perder el verdadero sentido de la vida, que es el saborear las pequeñas cosas en lugares como aquél, que sólo paz te podía aportar. No sé...





















Vestido y Pantalón Corto: Zara
Gorra: Benetton
Bolso: Pikolinos 
Zapatos: Guess
Accesorios: Colección Personal