Una vez el año termina y el nuevo año pide paso, es inevitable pararse a pensar sobre el camino recorrido; metas logradas; sueños frustrados y otros por realizar aún; sucesos inesperados con los que la vida nos sorprendió; personas que se han cruzado en el transcurso de ese recorrido y han pasado a formar parte de nuestra historia de vida; otras que, por el contrario, se han tropezado, caído... y se quedaron atrás en alguna parte de ese camino, y ya no nos acompañarán porque nos han soltado la mano... Serán sólo eso, parte puntual de nuestra historia de vida; personas que, para nuestra tristeza, no nos iluminarán más con su presencia porque, por esos juegos de la vida, volaron, fueron llamados a dar luz en otros lares más lejanos pero donde son más necesarios...

Porque así es la vida... Me viene ahora a la cabeza una canción del grupo Elefante, Así es la vida; que, aunque en un intento del compositor de hacerla amena y bailable mediante ritmos con sabor a rumba, no deja de ser demoledora en la transmisión de su mensaje:

"Así es la vida, de caprichosa; a veces negra, a veces color rosa. Así es la vida, jacarandosa. Te quita, te pone, te sube, te baja y, a veces, te lo da. Así es la vida..."

Bien es cierto que, por mucho que uno intente y crea que está en pleno y absoluto control de su existencia, los sucesos que se van desencadenando nos hacen percatarnos de que no siempre es así; que, muy por el contrario, es la vida la que nos dirige, lleva y convierte en meras piezas de su juego caprichoso; que, como la canción repite... así es la vida de caprichosa.

Y ahí me encuentro yo, siguiendo las lecciones de vida a pasos agigantados, otras a trompicones..., pero siempre saboreando los dulces momentos que se me presentan después de un sinsabor.

Comencé el año 2018 en Niza, desayunando en un carrusel del siglo XVIII en el Hotel Le Negresco, y lo terminé en Brujas, en una de las ciudades con más misterio y encanto del mundo, en el corazón de Europa. 2018 fue un año de actividades mil, escapadas, viajes y algunos tan fantásticos como el de China; pero, sobre todo, para mí fue un año de "confirmación"; confirmación de lo que verdaderamente tengo y ya no tengo, de lo que ya no es y lo que realmente es, está... Y "consolidación"...

Porque, al igual que ocurre cuando nos subimos en la montaña rusa, lo positivo de experimentar una gran caída en picado hasta lo más profundo es que, con la misma fuerza y velocidad, inmediatamente después se vuelve a subir hasta lo más alto. Y, desde allí, la vida decide ser benévola, ofreciéndonos las vistas más maravillosas que nunca pensamos disfrutar. Desde arriba, todo lo que nos parecía inabordable se torna pequeño, nimio, sin importancia... Y un aire a frescor nos da en la cara...

Voy a ser madre nuevamente y eso, sin duda, será lo que marcará el año 2019 para mí. Ante tal cúmulo de emociones,  no hay tropezón posible que pueda eclipsar mi felicidad. Mi bebé del alma y mi bebé del alma en brazos de mi niña...

Me encuentro ahora en la cima y absolutamente todo se ha vuelto ínfimo.  Ahora el aire fresco golpea mi cara y sólo mi pelo, enloquecido por la furia del trayecto, puede entorpecer un ápice mi recorrido. Sólo mi pelo... 

Es entonces cuando, al sentir una mano que recoge mi cabello, me doy cuenta de que en ese vagón no voy sola, que tú estás conmigo protegiéndome... Y a ti también te da el aire en la cara...

Un abrazo en la distancia...












Vestido: Zara
Medias Maternidad: Calzedonia
Bolso: Guess
Gorra: The Kooples